Cuando el Guggenheim organizó esa exposición, la artista supervisó la muestra y explicó que en su extensa carrera artística había influido significativamente su infancia, y los traumas provocados por la pérdida de una madre joven y la traición de su padre por mantener una relación sentimental con su profesora de inglés.
Precisamente una de sus obras, que representa una escena de canibalismo, se llamó La destrucción del padre (1974).
Las esculturas de la artista franco-estadounidense, realizadas en acero, bronce, cristal, madera o piedra, eran en ocasiones de contenido sexual explícito, y entre ellas está la provocativa Fillette (1968), con forma fálica.
En 2008 el museo Guggenheim de Nueva York le dedicó una exposición retrospectiva sobre su extensa carrera, que recorría todos los aspectos creativos de la nonagenaria artista francesa.
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