viernes, 26 de marzo de 2010

" Grimond de la Reynière: el padre del discurso gastronómico"

«Los placeres que nos procura la buena cocina son los primeros que se conocen, los que más tarde se abandonan y los que más a menudo se pueden saborear. ¿Podrías decirme lo mismo del resto?»




Grimod, de fácil y fulgurante pluma, nos ofrece buenos y abundantes consejos:
«¡Qué imbéciles gastrónomos deben ser los que anuncian a gritos que hacen servir una buena comida a la débil luz de las velas y qué ‘entendidos’ serán los que creen deleitarse al resplandor de luces vacilantes y tristes!

El mayor pecado que un ‘gourmand’ puede cometer contra los demás es quitarles el apetito. El apetito es el alma del ‘gourmand’, y quien intenta estropearlo comete un asesinato moral, un asesinato gastronómico, y por lo tanto merece que se le condene a trabajos forzados.

Nada hay que ayude tanto a la digestión como una buena anécdota de la que uno pueda reírse con toda el alma.

Una persona estúpida jamás y en ningún sitio se comporta más neciamente que en la mesa, mientras que una persona con agudeza de ingenio tiene en la mesa la mejor ocasión para lucir sus facultades.

La única manera decorosa de rechazar el plato que os ofrece la dueña de la casa es pedirle algo más del plato anterior.

La divisa del verdadero ‘gourmand’ es aquella del viejo Michel de Montaigne: «Mon métier est l’art de bien vivre» («Mi oficio es el arte de vivir bien»)».

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